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Alma y Piel

Otros poemas

Y Dios me hizo mujer

<center><strong>Y Dios me hizo mujer</strong></center>
Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.

Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.

Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas
que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.

Gioconda Belli

Fusiles y muñecas

<center><strong>Fusiles y muñecas</strong></center>
Juan y Margot, dos ángeles hermanos
que embellecen mi hogar con sus cariños,
se entretienen en juegos tan humanos
que parecen personas desde niños.

Mientras Juan, de tres años, es soldado
y monta en una caña endeble y hueca,
besa Margot con labios de granado,
los labios de cartón de su muñeca.

Lucen los dos sus inocentes galas
y alegres sueñan en tan dulces lazos;
él, que cruza sereno entre las balas;
ella, que arrulla a un niño entre sus brazos.

Puesto al hombro el fusil de hoja de lata,
el kepí de papel sobre la frente,
alienta el niño en su inocencia grata
el orgullo viril de ser valiente.

Quizá piensa, en sus juegos infantiles,
que en este mundo que su afán recrea,
que son como el suyo todos los fusiles
con que la torpe humanidad pelea.

Que pesan poco, que sin odios lucen,
que es igual el más débil al más fuerte,
y que, si se disparan, no producen
humo, fragor, consternación y muerte.

¡Oh, misteriosa condición humana!
Siempre lo opuesto buscas en la tierra;
ya delira Margot por ser anciana,
y Juan, que vive en paz, ama la guerra.

Mirándoles jugar, me aflijo y callo;
¿cual será en el mundo su fortuna?
Sueña el niño con armas y caballo,
la niña con velar junto a la cuna.

El uno corre de entusiasmo ciego,
la niña arrulla a su muñeca inerme,
y mientras grita el uno: Fuego, fuego,
la otra murmura triste: Duerme, duerme.

A mi lado ante juegos tan extraños,
Concha, la primogénita, me mira:
¡es toda una persona de seis años
que charla, que comenta y que suspira!

¿Por qué inclina su lánguida cabeza
mientras deshoja inquieta algunas flores?
¿Será la que ha heredado mi tristeza?
¿será la que comprende mis dolores?

Cuando me rindo del dolor al peso,
cuando la negra duda me avasalla,
se me cuelga del cuello, me da un beso,
se le saltan las lágrimas, y calla.

Sueltas sus trenzas claras y sedosas,
y oprimiendo mi mano entre sus manos
parece que medita muchas cosas
al mirar como juegan sus hermanos.

Margot que canta en madre transformada,
y arrulla a un niño que jamás se queja,
ni tiene que llorar desengañada,
ni el hijo crece, ni se vuelve vieja.

Y este guerrero audaz de tres abriles
que ya se finge apuesto caballero,
no logra en sus campañas infantiles
manchar con sangre y lágrimas su acero.

¡Inocencia! ¡Niñez! ¡Dichosos nombres!
Amo tus goces, busco tus cariños;
como han de ser los juegos de los hombres,
más dulces que los juegos de los niños.

¡Oh, mis hijos! No quiera la fortuna
turbar jamás vuestra inocente calma,
no dejéis esa espada y esa cuna;
cuando son de verdad, matan el alma.

Juan de Dios Peza

Solo queremos ser humanos

<center><strong>Solo queremos ser humanos</strong></center>
Aquí no llorò nadie!
Aquí solo queremos ser humanos!
darle paisaje al ciego,sonatas a los sordos,
corazón al malvado,esqueleto al viento,
coágulos al hemofílico,y una patada patronal
y un recuerdo que nos llora el pecho.

Cuando se ha estado debajo de las sabanas viudas.
Cuando se ha visto transitar el hambre
en sentido contrario.
Cuando se ha temblado en el vientre de la madre,
sin conocer aun el aire, la luz,
el grito de la muerte.
Cuando eso nos sucede, no lloran los ojos
sino la sangre humana y lastimada.
Aquí no llorò nadie!

Aquí solo queremos ser humanos!
recordarle la patria al desterrado
para verlo revolcarse en la nostalgia;
cargar un pan en una calle de hambrientos
para que se lancen a mordernos hasta el alma,
darle cara de gallina a la miseria
para que la pueda devorar el hambre,
darle sabor de trigo a la saliva sola
y espíritu de leche a la tormenta.

Cuando se ha nacido entre pañales rotos
y cuando se ha nacido sin pañales.
Cuando nos han limpiado pulcramente
el aparato digestivo.

Cuando se nos dice, comed,
comed vuestra miseria, desgraciados.
Cuando eso acontece,
no es llanto el que destilan las pupilas,
Es una simple costumbre de exprimir
los puños de los ojos y decir:
Aquí no llorò nadie, aquí solo queremos ser humanos:
Comer, reír, enamorarse, vivir,
Vivir la vida y no morirla.
Aquí no llorò nadie.

Otto Renè Castillo